No había misterio, no había motivo, solo una lógica desquiciada,
ansiosa de rutina, cambiante según la droga consumida.
No iba a encontrar
nada, no lo buscaba.
Todo era igual
nada llamaba mi atención.
No había ganas,
solo un vago deseo que retardaba el verbo, anclado.
El perfume de
manzana no hacía sino otra cosa que concentrarme más en un rincón,
mi rincón.
Sin avisar su mano
derecha apretó mi corazón, mientras su mano izquierda acariciaba mi razón.
Me
gustaba..... Mentira ¡no era real, no podía serlo!
El momento se perdió,
no lo hubo nunca.
Mi rincón se llenó de gente, muchas palabras..... demasiadas, ya no escuchaba el silencio.
Me calmé, volví
al mundo, esta vez lo buscaba... pero no lo encontraba aunque su reflejo me
cegaba la cara.
Mis orejas no
escuchaban historias, pedían su ayuda.
Y sus ojos
normalmente hablaban más que su boca.